Todos me decían que iba a ligar mucho con un cachorro, pero no ligué: encontré trabajo. Me tocó construir la parte visual de la marca personal de una líder coach. Recogí a Pepa con dos meses de una protectora, y parecía un pastor alemán hasta que la veías al lado de un pastor alemán de verdad y entonces, mnñé… ya no tanto. Cuando llegó a casa yo acababa de mudarme a un sitio en el que no conocía a nadie y empecé con esa cosa tan rara de hacerme del “club de amigos del perro” que hay en todo parque que se precie. Una mañana un pitbull me saltó encima, y automáticamente después me saltó encima también una señora catalana con el pelo blanco y unas Dr. Marteens de animal print de leopardo al grito de “Sasha, Sashaaaaa! Perdónala, es que hace unos approaches…
Ella es coach, y estaba en pleno proceso de “rebranding” personal y empresarial. Quería darle un empujón a su carrera porque, después de veinte años funcionando en versión 0.0, es decir, haciendo contactos cara a cara, le tocaba hacer su transformación digital. Y le preocupaba que se perdiera en la red su autenticidad, su marca personal.
Pero, ¿qué es la marca personal?
La marca personal es aquello que dicen de nosotros cuando salimos de una habitación. Es la huella que dejamos y que hace que los demás, aunque no seamos conscientes, nos pongan una etiqueta. Que nos la van a poner. Te lo aseguro. ¿O acaso no se la pones tú a cualquier persona sólo unos pocos minutos después de conocerla? Controlar tu marca personal es fundamental para controlar lo que comunicamos sobre nosotros mismos, y asegurarnos de que el mensaje que llega es diferenciador.
En el ámbito laboral esto se traduce en utilizar este impacto para conseguir que elijan nuestros productos, que contraten nuestros servicios. ¿Cómo? Trabajando esta marca para que cuando se hable de nosotros se hable de un referente en nuestro sector. Y vengan a buscarnos.

Ésta es mi coach favorita, asomada a las dunas del Sahara. ¿Es, o no es auténtica?
La fotografía en la marca personal
Las redes son un escaparate enorme en el que podemos decidir cómo mostrarnos: reducidos a un título, a un titular profesional, a un currículum, o en todo nuestro esplendor. Porque, cuando vas a un escaparate, primero te atrapa la ropa en el maniquí (o un modelo de dron con cuatro hélices) y luego ya te arrimas a ver si el precio y las características técnicas te convencen. Pero el primer impacto, el que te ha conquistado, o te ha causado rechazo, ha sido visual. Habrá quien te quiera, habrá quien se aparte de ti, pero lo harán porque hayan conectado, o no, contigo. Y eso, en el mundo 2.0, se hace con imágenes. Con fotografías.
El camino de la coach
Durante cuatro años caminé al lado de la coach haciendo fotos y vídeos en los que se apreciara tanto como del natural la personalidad arrolladora de mi clienta. La alegría, la vitalidad, la creatividad, el arrojo. Hice fotos, piezas de vídeo, cabeceras para las entradas de su blog, contenido para sus redes sociales. Y en todas y cada una de ellas se respiraban su esencia y sus talentos. Su marca personal. Y ella tan contenta, porque había conseguido, como decía, “surfear la ola de la transformación digital” sin apartarse un centímetro de ella misma.
Ahora te toca a ti
Te propongo un reto: haz un viaje a tu interior, conecta con tus talentos para saber qué es lo que te hace único, cuál es el valor que puedes aportar diferenciador a este mundo. Y párate a observar si tus fotos lo reflejan. Porque si no, estás perdiendo tiempo, dinero, y autenticidad. Ahí te lo dejo.
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